Capítulo escrito por @CristoMoore
Cloud y Eros se miraron. Ambos estaban pálidos ante la confesión de la niña que ahora se abrazaba a la muñeca. Pero su mirada, lejos de culpabilidad, era lo que menos se esperaban los chicos. Eros observó como la niña sonreía, como quién sabe que lo ha echo mal, pero se divierte ante ello.
-Cloud..-empezó hablando Eros, sujetando la chaqueta de cuero de su amigo -Creo que debemos...
-Ayudarla -dijo tajante Cloud -¿No, socio? -Eros tragó saliva y asintió poco convencido. Aun sentía la necesidad de huir rápido de aquel lugar... Pero su amigo quería entrar en las puertas del infierno.
La niña se dio la vuelta y miró a los chicos como queriendo decirles con la mirada que la siguieran. Eros volvió a mirar al peliazul que torció el labio. Por mucho que intentara mantener la compostura, una situación así, asustaría al más valiente. Sólo un incrédulo no tendría miedo, pensó Eros mientras seguía a su amigo.
Nada más pasar el agujero sintieron un escalofrío que les recorrió todo el cuerpo. La temperatura era muy baja. Se podía ver dos columnas de vaho en esa sala vacía, fruto de la respiración de los dos chicos. Eros observó todo a su alrededor. La puerta le quedaba a su izquierda. Estaba entablada. Normal que no pudieran abrirla desde fuera, pensó mientras se centraba ahora en la lampara de araña que le quedaba justo encima. Aun aguantaba el paso del tiempo. Podía ver los finos hilos que tejía una juguetona araña. El pelirrojo miró entonces al frente. Una gran puerta de doble bisagra, parecía que conducía a otro lugar de la casa. A su izquierda, unas escaleras con una alfombra empolvada y mugrienta subían al segundo piso.
-Esto está más sucio que las orejas del profesor Barret -escuchó al peliazul. Sintió como la voz resonaba por toda la casa siendo conducida por las paredes. La niña miró entonces a Cloud con un toque de molestia.
-Tenías que haber visto esto antaño. Ni en tus mejores sueños podrías imaginar una casa como esta. Relucía, tenía vida, aún recuerdo el sonido del piano siendo tocado por mamá, la voz fuerte de papá regañando a Lucrecia, nuestra ama de llaves... -la niña paró en el acto- No sé por qué os cuento esto.
-Porque se supone que te íbamos a ayudar, ¿no? -preguntó Cloud, más bien afirmando. La niña volvió a mostrar esa sonrisa tétrica que te helaba la sangre.
-Cierto. Ayudadme -dijo después de darse la vuelta- Esta es la entrada principal. La puerta que veis conduce al comedor. Ahí Morgana y yo solíamos corretear. Elisa siempre nos regañaba porque tirábamos la vajilla -río con gracia mientras miraba a la muñeca, de nombre Morgana -Elisa era mi niñera. No le gustaba jugar con Morgana. Decía que le daba miedo. ¿Quién podría tener miedo de una muñeca tan bonita como ella? -se preguntaba en alto mientras acariciaba los cabellos de la muñeca. Cloud centró su vista en Morgana y por un momento empezó a temblar. Eros lo notó y le miró esperando a que hablara.
-La muñeca. ¿No te parece...? -pero calló al instante en que la niña volvió a hablar.
-Esa estúpida mortal me dijo que tirase a Morgana -rió con más fuerza- Al día siguiente tuvo un accidente en esas escaleras, que conducen al segundo piso. Una pena -mencionó con una mueca triste, que obviamente los dos chicos sabían que era forzada- aún recuerdo los gritos de papá diciendo que avisáramos al galeno. Cuando llegó solo pudo cerrarla los ojos y llevársela para enterrarla. Bueno, ¿queréis saber a dónde conducen esas escaleras? -sonrió juguetónamente.
Eros miró al chico de pelo azul que no quitaba la mirada de esa muñeca.
-Claro...-El pelirrojo miró al comedor y se imaginó la mesa llena de platos de comida y una familia sonriendo. Se le hizo un nudo en la garganta y escuchó el crujir de la madera. Cloud había empezado a subir las escaleras siguiendo a la niña que no se despegaba de su muñeca, Morgana. Cuando llegaron al final de las escaleras Eros miró a la niña y habló.
-Por cierto, nos has dicho el nombre de muchas personas, pero aun no sabemos como te llamas-. Cloud miró a su amigo, como queriendo decir que él también se lo preguntaba. La niña se dio la vuelta y de nuevo el vello de ambos varones se pusieron de punta.
-Mi nombre es Annie. O ese es el nombre que me puso mamá. ¡Mirad! Ese es mi cuarto -como una simple niña cogió a ambos chicos del brazo y casi les arrastró. Cloud y Eros sintieron como si un cubito de hielo les atravesara la muñeca. Las manos de Annie estaban heladas.
Entraron a la habitación de la niña que se encontraba nada más girar el pasillo. Pasaron por un montón de puertas que no fueron descritas de momento. Annie soltó las muñecas de sus acompañantes y se situó cerca de un caballito de madera cubierto, al igual que la lampara, de telas de araña y una gran capa de polvo. Eros observó el estante de su izquierda llenos de muñecas como Morgana. Al fondo había un armario de madera, y como todo mueble de esa casa, lleno de polvo. Las ventanas estaban cerradas y tapiadas. Eso también le interesó al chico que, dándose cuenta, empezó a hacer conjeturas.
-Todas las puertas... Ventanas que hemos visto, están tapiadas desde dentro -dijo Eros. Cloud se acercó al caballo de madera y posó su dedo en la madera.
-Annie, ¿El caballo también tiene nombre? -preguntó a la niña no haciendo caso a lo que decía su amigo.
-Ceniza -dijo la niña con mirada tétrica-
-Buen nombre -dijo entre una risa Cloud sonriendo de lado- Muy propio.
-Cloud, ¿me estás escuchando? -Eros se acercó a su amigo y este asintió.
-Sé lo que quieres decir. Desde que hemos entrado. No tenemos que estar aquí. -La niña rió de forma tétrica y se acercó a la cama donde se sentó. Miró a sus "invitados" con una sonrisa.
-Nadie había entrado hasta aquí. Todos se iban corriendo cuando Morgana y yo jugábamos con ellos -sus ojos se oscurecieron y Eros pudo ver como una sombra se alargaba desde la muñeca hasta el techo -En el comedor... La noche de halloween. Nos lo pasamos muy bien con ellos, ¿verdad Morgana?...¿qué dices Morgana?...¿qué quieres jugar con ellos a un juego distinto...?
-Cloud... -susurró Eros muerto de miedo. Cloud estaba pálido. Dio un paso cuando la puerta de la habitación se cerró de golpe.
-Oh, Morgana. Creo que ellos tampoco quieren jugar con nosotras.
-¡Jugaremos! -dijo Eros en un grito. Miró a su amigo que apretaba los dientes con fuerza, como queriendo darse valor así mismo.
-Eso. Jugaremos con vosotras -dijo el peliazul- Decidnos... ¿A qué queréis jugar?
La niña sonrió mostrando todos sus dientes y sus profundos pozos oscuros como ojos se cerraron de pronto. Sentó a la muñeca entre sus piernas y una voz de ultratumba se escuchó retumbando cada rincón de la habitación. Los dos chicos se cogieron de la mano de forma instintiva y apretaron con fuerza.
-Solo saldréis de aquí con vida, si resolvéis el acertijo de Greatfire.
Cloud y Eros se miraron. Ambos estaban pálidos ante la confesión de la niña que ahora se abrazaba a la muñeca. Pero su mirada, lejos de culpabilidad, era lo que menos se esperaban los chicos. Eros observó como la niña sonreía, como quién sabe que lo ha echo mal, pero se divierte ante ello.
-Cloud..-empezó hablando Eros, sujetando la chaqueta de cuero de su amigo -Creo que debemos...
-Ayudarla -dijo tajante Cloud -¿No, socio? -Eros tragó saliva y asintió poco convencido. Aun sentía la necesidad de huir rápido de aquel lugar... Pero su amigo quería entrar en las puertas del infierno.
La niña se dio la vuelta y miró a los chicos como queriendo decirles con la mirada que la siguieran. Eros volvió a mirar al peliazul que torció el labio. Por mucho que intentara mantener la compostura, una situación así, asustaría al más valiente. Sólo un incrédulo no tendría miedo, pensó Eros mientras seguía a su amigo.
Nada más pasar el agujero sintieron un escalofrío que les recorrió todo el cuerpo. La temperatura era muy baja. Se podía ver dos columnas de vaho en esa sala vacía, fruto de la respiración de los dos chicos. Eros observó todo a su alrededor. La puerta le quedaba a su izquierda. Estaba entablada. Normal que no pudieran abrirla desde fuera, pensó mientras se centraba ahora en la lampara de araña que le quedaba justo encima. Aun aguantaba el paso del tiempo. Podía ver los finos hilos que tejía una juguetona araña. El pelirrojo miró entonces al frente. Una gran puerta de doble bisagra, parecía que conducía a otro lugar de la casa. A su izquierda, unas escaleras con una alfombra empolvada y mugrienta subían al segundo piso.
-Esto está más sucio que las orejas del profesor Barret -escuchó al peliazul. Sintió como la voz resonaba por toda la casa siendo conducida por las paredes. La niña miró entonces a Cloud con un toque de molestia.
-Tenías que haber visto esto antaño. Ni en tus mejores sueños podrías imaginar una casa como esta. Relucía, tenía vida, aún recuerdo el sonido del piano siendo tocado por mamá, la voz fuerte de papá regañando a Lucrecia, nuestra ama de llaves... -la niña paró en el acto- No sé por qué os cuento esto.
-Porque se supone que te íbamos a ayudar, ¿no? -preguntó Cloud, más bien afirmando. La niña volvió a mostrar esa sonrisa tétrica que te helaba la sangre.
-Cierto. Ayudadme -dijo después de darse la vuelta- Esta es la entrada principal. La puerta que veis conduce al comedor. Ahí Morgana y yo solíamos corretear. Elisa siempre nos regañaba porque tirábamos la vajilla -río con gracia mientras miraba a la muñeca, de nombre Morgana -Elisa era mi niñera. No le gustaba jugar con Morgana. Decía que le daba miedo. ¿Quién podría tener miedo de una muñeca tan bonita como ella? -se preguntaba en alto mientras acariciaba los cabellos de la muñeca. Cloud centró su vista en Morgana y por un momento empezó a temblar. Eros lo notó y le miró esperando a que hablara.
-La muñeca. ¿No te parece...? -pero calló al instante en que la niña volvió a hablar.
-Esa estúpida mortal me dijo que tirase a Morgana -rió con más fuerza- Al día siguiente tuvo un accidente en esas escaleras, que conducen al segundo piso. Una pena -mencionó con una mueca triste, que obviamente los dos chicos sabían que era forzada- aún recuerdo los gritos de papá diciendo que avisáramos al galeno. Cuando llegó solo pudo cerrarla los ojos y llevársela para enterrarla. Bueno, ¿queréis saber a dónde conducen esas escaleras? -sonrió juguetónamente.
Eros miró al chico de pelo azul que no quitaba la mirada de esa muñeca.
-Claro...-El pelirrojo miró al comedor y se imaginó la mesa llena de platos de comida y una familia sonriendo. Se le hizo un nudo en la garganta y escuchó el crujir de la madera. Cloud había empezado a subir las escaleras siguiendo a la niña que no se despegaba de su muñeca, Morgana. Cuando llegaron al final de las escaleras Eros miró a la niña y habló.
-Por cierto, nos has dicho el nombre de muchas personas, pero aun no sabemos como te llamas-. Cloud miró a su amigo, como queriendo decir que él también se lo preguntaba. La niña se dio la vuelta y de nuevo el vello de ambos varones se pusieron de punta.
-Mi nombre es Annie. O ese es el nombre que me puso mamá. ¡Mirad! Ese es mi cuarto -como una simple niña cogió a ambos chicos del brazo y casi les arrastró. Cloud y Eros sintieron como si un cubito de hielo les atravesara la muñeca. Las manos de Annie estaban heladas.
Entraron a la habitación de la niña que se encontraba nada más girar el pasillo. Pasaron por un montón de puertas que no fueron descritas de momento. Annie soltó las muñecas de sus acompañantes y se situó cerca de un caballito de madera cubierto, al igual que la lampara, de telas de araña y una gran capa de polvo. Eros observó el estante de su izquierda llenos de muñecas como Morgana. Al fondo había un armario de madera, y como todo mueble de esa casa, lleno de polvo. Las ventanas estaban cerradas y tapiadas. Eso también le interesó al chico que, dándose cuenta, empezó a hacer conjeturas.
-Todas las puertas... Ventanas que hemos visto, están tapiadas desde dentro -dijo Eros. Cloud se acercó al caballo de madera y posó su dedo en la madera.
-Annie, ¿El caballo también tiene nombre? -preguntó a la niña no haciendo caso a lo que decía su amigo.
-Ceniza -dijo la niña con mirada tétrica-
-Buen nombre -dijo entre una risa Cloud sonriendo de lado- Muy propio.
-Cloud, ¿me estás escuchando? -Eros se acercó a su amigo y este asintió.
-Sé lo que quieres decir. Desde que hemos entrado. No tenemos que estar aquí. -La niña rió de forma tétrica y se acercó a la cama donde se sentó. Miró a sus "invitados" con una sonrisa.
-Nadie había entrado hasta aquí. Todos se iban corriendo cuando Morgana y yo jugábamos con ellos -sus ojos se oscurecieron y Eros pudo ver como una sombra se alargaba desde la muñeca hasta el techo -En el comedor... La noche de halloween. Nos lo pasamos muy bien con ellos, ¿verdad Morgana?...¿qué dices Morgana?...¿qué quieres jugar con ellos a un juego distinto...?
-Cloud... -susurró Eros muerto de miedo. Cloud estaba pálido. Dio un paso cuando la puerta de la habitación se cerró de golpe.
-Oh, Morgana. Creo que ellos tampoco quieren jugar con nosotras.
-¡Jugaremos! -dijo Eros en un grito. Miró a su amigo que apretaba los dientes con fuerza, como queriendo darse valor así mismo.
-Eso. Jugaremos con vosotras -dijo el peliazul- Decidnos... ¿A qué queréis jugar?
La niña sonrió mostrando todos sus dientes y sus profundos pozos oscuros como ojos se cerraron de pronto. Sentó a la muñeca entre sus piernas y una voz de ultratumba se escuchó retumbando cada rincón de la habitación. Los dos chicos se cogieron de la mano de forma instintiva y apretaron con fuerza.
-Solo saldréis de aquí con vida, si resolvéis el acertijo de Greatfire.
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