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HISTORIAS DE GREATFIRE (CAPÍTULO 3)

Llegaron a la masía de Greatfire mucho más pronto de lo que se pensaban.
Estaba a poca distancia de su instituto, por lo tanto esperaron en los límites de la masía a que sonara el timbre que daba por finalizada la jornada escolar.

-No entiendo muy bien porqué no entramos ya -fue lo que dijo Cloud nada más llegar, pasado un dedo por la polvorienta cinta de seguridad que puso la policía años atrás. 
Al parecer, por lo que le había contado el chico a Eros, hace años un grupo de jóvenes decidieron entrar la noche de Halloween, pero ninguno salió. Eso asustó a Eros, pero quiso seguir hacia delante.

-No entramos aún porque desde las ventanas de aquella parte del edificio se tienen unas espectaculares vistas de la masía, es preferible que esperemos hasta que acaben las clases, por si alguien nos ve -respondió el muchacho.

Los dos compañeros estuvieron de acuerdo y cuando sonó el timbre, se pusieron en marcha. Dejaron las mochilas tras la línea de seguridad, bajo el frondoso árbol donde minutos atrás habían disfrutado de su agradable sombra.

-¿Crees que es verdad? -preguntó Eros pasando por debajo del precinto policial que Cloud estaba sujetando- lo de aquel grupo que vino aquí en Halloween.

-No pondría la mano en el fuego -comentó él- creo que lo dicen para darnos miedo, porque no quieren que nos acerquemos aquí.

Se posó a su lado y observaron el alto edifico en ruinas. El tiempo había estropeado los cimientos casi tanto como el fuego. Los ladrillos estaban rotos, la maleza crecía salvaje al rededor de las paredes de piedra. Era antigua, de eso no había dudas, no era de principios de este siglo. 
La casa poseía altas ventanas en un techo puntiagudo, como las masías que salían en las películas, se notaba que era cierto que pertenecía a una familia adinerada del pueblo. El tejado de la parte este caía hasta llegar casi al suelo, pero estaba destruido, las llamas lo habrían consumido. La puerta principal de madera estaba completa, no había sufrido los destrozos del fuego, pero sí el paso del tiempo, la exposición a las fuerzas de la naturaleza como la lluvia y el sol. Había arañazos en la parte delantera, tal vez de algún animal.
En la parte oeste estaban los establos, pero a los chicos no les interesaban unos sucios establos vacíos, les interesaba investigar las causas del fuego, les interesaba encontrar a la niña.
Eros avanzó hacia la puerta de madera y la empujó. Nada. Crugió bajo las manos del pelirrojo debido a la fuerza que había hecho, pero nada más, no se movió ni un centímetro.

-Imposible -sentenció- ¿probamos por la parte de atrás?

Se volvió en busca de su compañero, pero no estaba allí. El corazón de Eros dio un vuelco. ¿Dónde estaba Cloud? ¿Se había quedado solo en aquel lugar?
Sentía que se iba a desmayar.

-¡Aquí hay una entrada! 

La voz de Cloud llegó desde la parte de atrás de la masía, justo donde Eros había visto al fantasma. Sus piernas no respondían a su órdenes, le gritaban que saliera corriendo, pero no iba a irse, ya que estaban allí no se iba a ir sin ver ese sitio por dentro, y sin asegurarse de que los fantasmas no existen.

Rodeando la parte este de la edificación se encontró a su amigo justo delante de un agujero del tamaño de un elefante.

-Podemos entrar por aquí y echar un vistazo, no perdemos nada, ¿verdad? -los ojos azul cielo de Cloud se posaron en su amigo. Estaba pálido- parece que hayas visto un fantasma -calló de golpe y sigió la mirada de Eros. Justo detrás de ellos había una niña pequeña jugando con una muñeca. Se acercó a Eros cautelosamente- ¿es esa la niña que habías visto?

Él se limitó a sentir. La observaba más con curiosidad que con miedo. No parecía un fantasma, parecía una niña que se había perdido. Los rizados cabellos color oro le caían por los hombros, tendría poco más de seis años, llevaba un largo vestido color rosa con volantes blancos. Eros tragó saliva y se armó de valor. Caminó hacia ella con paso decidido. Al menos esperaba parecer decidido.

-Hola, pequeña, ¿te has perdido?

La niña dejó a un lado la muñeca y alzó la mirada hacia Eros. Una mirada carente de vida. Una mirada carente de expresión. Una mirada muerta. 
La sangre de Eros se heló en el acto. Nunca había visto unos ojos tan oscuros, nunca había sentido miedo a lo irracional, pero ahora sentía miedo de la mirada del infierno.

-¿Estás... -se le quebró la voz. La niña lo miraba expectante, esperando a ver qué le decía aquel desconocido mortal- sola?

La niña abrió la boca para hablar. Su voz era como el rasguñar de las uñas contra la porcelana, un sonido desagradable y molesto que puso los pelos de punta a los dos chicos.

-Llevo sola mucho tiempo, esperando, estoy atrapada porque hice algo malo -los ojos de la niña se abrieron aún más, parecía que se le iban a salir de las cuencas- ningún mortal me ha visto nunca, es tan curioso -se levantó del suelo. El vestido estaba echo girones, ¿cómo no se había dado cuenta? Tenía medio rostro quemado, en carne viva, le salía humo del pelo. ¿Es que podía cambiar la forma? ¿Los fantasmas podían hacer eso? Al menos éste sí podía. Ya no parecía una niña de sei años, parecía un pequeño demonio.

La siguiente voz en hablar fue la de Cloud.

-Hay mortales que son sensibles a las energías de los fantasmas, como mi amigo y yo -avanzó hasta posicionarse al lado de su amigo. Ambos se sintieron mucho mejor al estar uno al lado del otro, transmitiéndose un apoyo no verbal- nosotros somos de esos.

Al fantasma pareció interesarle aquello, pero sólo lo aparentó.

-¿Qué se supone que estáis haciendo aquí? -su voz iba subiendo de intensidad, cada vez era más desagradable- ¿queréis remover los huesos del pasado? ¡¿Es eso?! -el último grito hizo que Eros y Cloud tuvieran que taparse los oídos. Dolía. Les pintaban los oídos, les dolía la cabeza. Tenían los ojos cerrados con fuerza.

-Sólo hemos venido a mirar -Cloud agravó la situación. Aún tenían los ojos cerrados y las manos en los oídos. El fantasma estaba empezando a enfurecerse- sólo queríamos saber qué había pasado, Eros te vio y quería ver lo que había aquí -abrió lentamente los ojos para mirar a la pequeña, que había dirigido sus pequeños ojos sin vida al pelirrojo.

-Así que tú me viste sin que yo quisiera que nadie me viera -el fantama habló más para ella que para ellos, pero aún así Eros respondió.

-Sí, te vi desde la ventana, jugando con un carro rosa y tu muñeca.

-Entonces vosotros podrías ayudarme -su tono de voz fue de súplica- estoy atrapada, llevo décadas aquí encerrada y sin descansar en paz, yo os mostraré todo lo que queráis saber si vosotros me ayudais a mi.

-Te ayudaremos -se adelantó Cloud- pero antes, responde, ¿qué fue lo que hiciste para que tu alma se quedara prisionera en la tierra?

El fantasma titubeo, pero finalmente respondió, y fue algo que no agradó a ninguno de los dos.

-No lo recuerdo muy bien, pero creo que quemé al bebé.





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